Sevilla espera impacientemente su primavera; cuenta las horas para llenar las calles de cera donde miles de penitentes volverán a rendir culto a unas imagenes mundialmente conocidas y cuya festividad atrae a millones de personas cada año.
Sevilla sabe vivir la primavera como ninguna otra ciudad. Se despoja de sus vestiduras y enseña al mundo lo que es. Se pone guapa, arregla sus calles, pinta sus fachadas y perfuma sus rincones con el característico azahar que cada año florece por ésta fecha.
Sevilla sabe combinar el riguroso luto y penitencia de la Semana Santa con la festividad y el folclore de la internacional Feria de Abril. En menos de un mes es capaz de enseñarle al mundo dos formas de vivir la vida totalmente distintas pero perfectamente unidas en una ciudad, joya de la España romántica.
¿Que tal si nos cogemos de la mano y paseamos por la orilla de su río Guadalquivir?
El populoso barrio de Triana y su pequeño "Malecón" habanero, donde los colores de las fachadas de sus casas hacen característico éste lugar. Al fondo, el campanario de la Iglesia de Santa Ana.
La Torre del Oro es la hermana pequeña de la ostentosa Giralda, pero no menos bella que ésta. Antaño fué puerta de los navegantes llegados de la recién descubierta América. Hoy es la niña mimada de ésta ciudad.
La Giralda, al fondo, y la Plaza de Toros de la Maestranza. Epicentro taurino de España y una de las plazas mas importantes y prestigiosas del mundo. Frente a ella, la Torre del Oro, encuadrada en un lugar idóneo.
Al llegar el atardecer, el Pueste de Isabel II (mas conocido como puente de Triana) enciende sus luces y comienza un verdadero espectáculo para nuestros sentidos, cuando aún hay luz solar. Toda una maravilla. Al fondo la recien construida Torre Pelli.
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